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Cada día seguimos escuchando noticias sobre la violencia y maltrato entre escolares. En muchas ocasiones eran crónicas anunciadas y sin embargo, a pesar de ello, imposibles de evitar. Pero, ¿ es realmente imposible?

¿Qué falla en nuestra sociedad  para que seamos incapaces de evitar este tipo de situaciones?  ¿Dónde está el origen de estas conductas?

Vamos a ver algunos rasgos predominantes en cada uno de los elementos que intervienen:

Las familias de las victimas: Encontramos familias, que ignoran hasta el momento fatal, que sus hijos son acosados en las escuelas. En muchos casos las victimas esconden estas situaciones por temor o vergüenza. Sin embargo, hay indicadores  en sus conductas: retraimiento, depresión, angustia… Todo ello es un aviso inconsciente al que debemos prestar atención. Pero en una gran mayoría de los casos los padres conocen la situación, la exponen  y denuncian ante los equipos directivos y ante la administración y aún así, los malos tratos a sus hijos permanecen.

Las familias de los acosadores: En la mayoría de los casos desconocen las conductas de sus hijos. Se sorprenden al descubrir que niños que, en sus relaciones familiares aparentemente son normales, puedan ser verdaderos torturadores de sus compañeros. Pero también hay indicadores que es necesario observar.

 Los agresores: Los cabecillas del grupo pueden ser sujetos impulsivos, rebeldes, antisociales, baja autoestima,… mientras que sus secuaces suelen ser manipulables, con poca personalidad y con muchos deseos de agradar al líder de su grupo. A menudo sustituyen a la familia por pandillas o grupos de iguales que establecen sus propias reglas de convivencia.  Pueden ser creativos a la hora de idear mecanismos de maltrato 

Las víctimas: Baja autoestima, temerosos, tímidos. Dificultades para establecer relaciones sociales. Estos rasgos hacen que, en muchas ocasiones, oculten el acoso a los adultos. Para evitar las clases pueden inventar enfermedades de forma consciente o inconsciente. Cuando no pueden aguantar más la presión pueden atentar contra su propia vida para huir de la situación que les provoca tanto sufrimiento.

Declaración alumna maltratada

Los centros educativos: Están en la obligación de conocer estas situaciones, pero no siempre es así. La víctima esconde por temor las agresiones. Los compañeros admiten como normal estas conductas llegando a ignorarlas y los agresores evidentemente, cuando son pillados en situaciones “delicadas” son capaces de justificar e incluso manipular la situación para salir airosos. Esto no es justificativo de la pasividad. Los centros educativos y la administración deben dar respuesta inmediata.

Se debe proteger a las víctimas, que en este caso son todos los alumnos, pues cualquier alumno puede ser objeto  de este tipo de agresiones.

¿ La forma de hacerlo?  La prevención.

La educación para la convivencia y el cuidado por las relaciones interpersonales entre los alumnos y entre los alumnos y los propios profesores y sus familias es una necesidad y una obligación. Pero ello no es suficiente cuando ya se ha llegado a la situación de maltrato. Entonces es necesario que víctima y agresor o agresores no convivan en el mismo centro. Mantener al agresor en su mismo centro y  con sus mismos compañeros le asegura en su situación de dominancia con respecto a su grupo, a la espera de una nueva víctima. La ruptura del grupo agresor es necesaria para evitar nuevos casos de acoso y evitar la reafirmación del mismo ante el resto de alumnos y de profesores. Pero además, será necesaria una reeducación en valores de estos sujetos a través de terapias y profesionales adecuados.

Del lado de la víctima es también necesario un seguimiento. Trabajar la autoestima, las relaciones sociales, la inteligencia emocional de estas personas para ayudarles en su relación con los demás y  evitar las terribles consecuencias del maltrato. 

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